Rememorando otros tiempos del Ferrocarril

El sábado 5 de la semana en curso y aproximadamente a la hora 18.30, habrá de realizarse en la actual Casa de Campo, para ser más preciso en el andén de lo que fuera la estación del Ferrocarril General Roca, el encuentro organizado por el personal que se nuclea en torno a la Biblioteca Pública Municipal y Popular 'Manuel Vilardaga', la asociación cooperadora del establecimiento, y el municipio.



Dentro del programa de actos, se proyectará un video, se expondrán fotografías alusivas a la historia del ferrocarril en nuestra ciudad, desde el año 1880 hasta la fecha, y hablarán varios ex-empleados e historiadores locales, invitados especialmente.

Como colaboración a esta plausible idea a punto de plasmarse, comparto con los lectores una anécdota muy poco conocida que tiene que ver con las costumbres de otrora, y que lógicamente involucra al sistema de transporte ferroviario que por entonces pertenecía al capital británico, razón por la que estaba administrado en sus cargos más importantes por súbditos del Reino Unido.

EXIGENCIA INGLESA DE UN ESCOCÉS

Walter Wilson y su esposa, Jane Young Pattyson, de nacionalidad escocesa, arribaron a Ayacucho en el año 1895. Vino contratado por la firma “Bousom Hnos.” para adquirir cueros y lana en nuestra campaña. Tuvieron dos hijos, Elsie y William.

Cabe recordar que el aún recordado “Chalet Wilson”, que estuvo ubicado sobre la actual calle Víctor Murgier, entre sus iguales Almafuerte y Gral. Martín Guemes, fue habilitado el 26 de marzo de 1906. Posteriormente, el enorme espacio que ocupó en esa manzana fue ampliado durante los años 1913, 1915 y 1917.

En el libro “Ayacucho: Historias del Primer Siglo” y en el capítulo “Un pedacito de Ayacucho que los vientos se llevaron”, narro la historia de esta familia de la que no quedaron sobrevivientes en Ayacucho, ni en el país.

Pues bien, “el inglés” como se lo conocía popularmente, fue un fiel representante de la “flema británica”. Exigente a carta cabal, todo a su alrededor debía desarrollarse con marcada justeza, principalmente en lo concerniente a los horarios en que se desenvolvía su familia, el personal de servicio (mucama, cocinera, parquero, quintero, etc.) y por ende, sus negocios. Empezó recorriendo los campos de nuestro partido en una berlina, hasta que en el año 1928 adquirió un automóvil “Chevrolet”.

Para viajar a Buenos Aires, utilizaba un vagón de ferrocarril utilizado exclusivamente por su familia, dotado de dormitorio y otras comodidades de la época. El vagón, una vez utilizado descansaba en vía muerta hasta nuevo aviso.

En cierta oportunidad que el tren nocturno a Necochea arribó a nuestra estación, procedente de Buenos Aires, entre sus vagones traía enganchado el perteneciente a Walter Wilson. El maquinista, posiblemente en su afán por ubicar todo el convoy dentro del perímetro establecido, pasó unos metros de largo el correspondiente a la familia Wilson. De inmediato, don Walter descendió y pidió hablar con el jefe de estación por esa irregularidad.

Al atribulado conductor de la locomotora, Américo Pellizari, no le quedó otra opción que hacer retroceder el tren, para que los componentes del clan Wilson descendieran en el andén, como correspondía, con los contratiempos que esa maniobra significó para el horario (se cumplía a rajatabla) y el resto del pasaje.

Analizando ese episodio ocurrido a mediados del año 1932, y comparándolo con los tiempos que corren, cabe pensar que aquello ocurrió en otro planeta…

Fuente: La Verdad