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Bienvenidos al tren
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Bienvenidos al tren
Luego de más de 40 años, un proyecto turístico vuelve a activar la estación Gardey, a 20 kilómetros de Tandil. Historias de vida de un pueblo que recuerda el pasado pero quiere vivir el presente.
Hay trenes que llegan a muchas estaciones, pero hay tantas más que los esperan con ansias desde hace años. Para la estación de Gardey esa larga espera terminará cuando suene el pitido del primer tren que arribará luego de más de cuatro décadas. Este tren turístico funcionará los sábados a partir de las vacaciones de invierno, su lanzamiento es parte de los festejos por los dos años de recuperación del tren de pasajeros entre Constitución y Tandil. Esta noticia conmocionó a los vecinos de este pueblo de casitas bajas y calles anchas, cuya plaza principal cuenta con una pileta de natación pública. “Quizás sea el único”, se ufanan los vecinos.
Dando vuelta la historia repetida de tantos pueblitos donde el tren marcó el despegue y luego, con su cierre, el ocaso de los mismos, Gardey vuelve a esperanzarse de que con este proyecto la estación y sus alrededores vuelvan a recobrar el brillo de antaño. Sumado a que muy pronto será un nuevo pueblo, incorporado en el programa de Pueblos Turísticos de la Provincia de Buenos Aires, que tiene como propósito promover e incentivar el desarrollo de actividades y emprendimientos turísticos sostenibles en las pequeñas localidades de la provincia de Buenos Aires, favoreciendo el arraigo.
Aquí viven unas 600 personas y, como muchos otros, el nombre de este pueblo tiene un hombre detrás. Una historia de venta de tierras, allá por 1891, hizo que Juan Gardey comprara 5.399 hectáreas donde hoy crece el pueblo, dicen que un tal Justiniano Posse se las vendió por 180.000 pesos de la época. Cuatro años más tarde, el gobierno de la provincia de Buenos Aires, cambió el nombre de Pilar por el de Gardey a la estación ferroviaria, por ser él el propietario de los campos que la rodeaban. Para datos geográficos, está a unos 360 km de Buenos Aires, de Tandil hay que tomar RN 226, y doblar en el km 185, son unos pocos minutos.
Aquellos tiempos. Casi como un recuerdo compartido, basta mencionar la época de los ferrocarriles para que todos empiecen la misma enumeración: “el que iba de Bahía Blanca a Buenos Aires, uno local que hacía Tandil-Juárez, y después otro, Tandil-Olavarría. El de las 4 cargaba las chatas con la leche, el de las 7 iba a Olavarría, en el de las 8 de la mañana venían las maestras”. La memoria es coral. De pronto las imágenes de ayer empiezan a aparecer, en la esquina de ladrillos gastados, la de Mendiguren, surge el recuerdo de Juan que corría porque se le iba el tren que traía las latas de películas todos los fines de semana. En el bar daban cine, “ la película se cortaba dos por tres y el proyector, que seguro lo había comprado usado, hacía más ruido que la película, pero el bar se llenaba, venía mucho la gente del campo ”, cuentan los vecinos Abel Narciandi y Roberto Del Río.
Roberto no nació en Gardey, pero al segundo día de vida ya estaba aquí y nunca se fue de este lugar, hoy tiene un ciber café. Como un fiel testigo de lo que fue el paso de los años por el pueblo, hace una síntesis de cómo evitaron el desarraigo que le tocó a otros poblados. “Hasta los ’70 se terminaba el primario y se desmembraba la familia, en esa época, gente que estaba más o menos bien hacían su casa en Tandil y mandaban a su señora con los hijos ahí. El clic se produce en los ’80 cuando se hace la concentración de escuelas”, explica. Este sistema permitió que Gardey contara con jardín, escuela primaria y secundaria y talleres con orientación. Setenta combis salen todas las mañanas a buscar a los chicos en un radio de 50 km. “Soy muy fanático de mi pueblo, lo quiero mucho. Estuve de delegado 19 años, luego vinieron tiempos que tuve que pelearla mucho, pero siempre me quedé, es más, tengo una propiedad que heredé en Tandil, hace años, y una sola noche me quedé a dormir”, asegura Roberto.
Con alma ferroviaria. Nada mejor que la estación para el encuentro con Mary Harrison. Toda su vida -hoy tiene 61 años- aconteció en ese ámbito, “hasta acá me hice de novia”, señala. Llegó a Gardey a los 9 meses, en el año ’53. “Me crié en la colonia ferroviaria, entre los catangos, que son la gente que trabajaba en las vías, los obreros de vía y obra. Mi papá era inspector supervisor de esa tarea. Yo era muy chiquitita y mi madre tenía que andar corriendo porque me escapaba, mi papá tenía el galponcito donde guardaba su zorra, ‘velocípedos’ que se llamaban, entonces yo trataba de irme con él, y una vez casi me agarra el tren. Mi vida fue así, me crié así”, cuenta Mary, quien orgullosa informa: “Los Harrison son todos ferroviarios, hace muy poco falleció el último de ellos, que era guinchero en Remedios de Escalada”.
Caminar por las vías es un viaje a un sinfín de recuerdos, de cuando iba a la escuela a los seis años, y su madre le decía: “andá por la vía del medio”, o cuando con sus amigas ponían una moneda de un peso sobre las vías para que al paso del tren quedara “toda chatita”. Una y otra anécdota, “Mi vida transcurrió allí”, remata nostalgiosa y pregunta: “¿ya hablaste con Cavalli, él es el único sobreviviente ferroviario”.
Cacho Cavalli está atendiendo su “Polirrubro” homónimo, pero sale amable a charlar. “¿Soy el único que está vivo?”, pregunta, sorprendido, el hombre que declara tener 79 años. Trabajó 30 en el ferrocarril, “en una garita en la costa del arroyo, por ahí pasaban los trenes de pasajeros, unos 10, con carga, autovía, zorra, en total eran como 20 a 25 movimientos que pasaban por día”, recuerda. Cuando se le pregunta qué es Gardey para él, una sola palabra lo define: “Todo”. “Acá no tenemos cementerio porque Vela (el pueblo vecino) no nos presta un muerto para inaugurar uno. Yo le dije a mi familia que me cremen y me tiren en el pueblo, yo de acá no me quiero ir más; es toda mi vida”, asegura Cacho.
Mary ve positivo el nuevo tren turístico que lanzará el 19 de julio Ferrobaires en complementación con el Ministerio de Asuntos Agrarios y la Secretaría de Turismo de la provincia de Buenos Aires. “Como alma ferroviaria, es un orgullo, y ojalá que se siga extendiendo y que puedan conocer pueblitos de la provincia, que con las vías muertas quedaron en el olvido”, augura. Cacho Cavalli expresa un deseo: “Me gustaría que el tren se vuelva a reimplantar hasta Juárez”.
Edgardo Zubigaray es el delegado municipal en Gardey, criado en la zona, se reconoce un defensor del tren, “dio vida a muchos pueblos, y los mató cuando dejó de pasar, a Gardey no, pero se sintió la falta de ese transporte”. Ve muy positivo este proyecto, “no a corto plazo. La gente tiene que tomar conciencia, tiene que despertar que el turismo viene, ya sea en tren o en sus propios medios”, sostiene. La gente espera al tren, espera ver qué futuro tendrá Gardey y sobre todo esperan que los nuevos vientos traigan cosas favorables.
Agradecimiento:
Secretaría de Turismo de la Provincia de Buenos Aires
Ministerio de Asuntos Agrarios de la Provincia de Buenos Aires
Ente Mixto de Turismo de Tandil.
El Ota, club de campo
El Ota - Club de campo
La Vieja Esquina
Av. 13 esquina 12
Gardey.
Fuente: 7días
Hay trenes que llegan a muchas estaciones, pero hay tantas más que los esperan con ansias desde hace años. Para la estación de Gardey esa larga espera terminará cuando suene el pitido del primer tren que arribará luego de más de cuatro décadas. Este tren turístico funcionará los sábados a partir de las vacaciones de invierno, su lanzamiento es parte de los festejos por los dos años de recuperación del tren de pasajeros entre Constitución y Tandil. Esta noticia conmocionó a los vecinos de este pueblo de casitas bajas y calles anchas, cuya plaza principal cuenta con una pileta de natación pública. “Quizás sea el único”, se ufanan los vecinos.
Dando vuelta la historia repetida de tantos pueblitos donde el tren marcó el despegue y luego, con su cierre, el ocaso de los mismos, Gardey vuelve a esperanzarse de que con este proyecto la estación y sus alrededores vuelvan a recobrar el brillo de antaño. Sumado a que muy pronto será un nuevo pueblo, incorporado en el programa de Pueblos Turísticos de la Provincia de Buenos Aires, que tiene como propósito promover e incentivar el desarrollo de actividades y emprendimientos turísticos sostenibles en las pequeñas localidades de la provincia de Buenos Aires, favoreciendo el arraigo.
Aquí viven unas 600 personas y, como muchos otros, el nombre de este pueblo tiene un hombre detrás. Una historia de venta de tierras, allá por 1891, hizo que Juan Gardey comprara 5.399 hectáreas donde hoy crece el pueblo, dicen que un tal Justiniano Posse se las vendió por 180.000 pesos de la época. Cuatro años más tarde, el gobierno de la provincia de Buenos Aires, cambió el nombre de Pilar por el de Gardey a la estación ferroviaria, por ser él el propietario de los campos que la rodeaban. Para datos geográficos, está a unos 360 km de Buenos Aires, de Tandil hay que tomar RN 226, y doblar en el km 185, son unos pocos minutos.
Aquellos tiempos. Casi como un recuerdo compartido, basta mencionar la época de los ferrocarriles para que todos empiecen la misma enumeración: “el que iba de Bahía Blanca a Buenos Aires, uno local que hacía Tandil-Juárez, y después otro, Tandil-Olavarría. El de las 4 cargaba las chatas con la leche, el de las 7 iba a Olavarría, en el de las 8 de la mañana venían las maestras”. La memoria es coral. De pronto las imágenes de ayer empiezan a aparecer, en la esquina de ladrillos gastados, la de Mendiguren, surge el recuerdo de Juan que corría porque se le iba el tren que traía las latas de películas todos los fines de semana. En el bar daban cine, “ la película se cortaba dos por tres y el proyector, que seguro lo había comprado usado, hacía más ruido que la película, pero el bar se llenaba, venía mucho la gente del campo ”, cuentan los vecinos Abel Narciandi y Roberto Del Río.
Roberto no nació en Gardey, pero al segundo día de vida ya estaba aquí y nunca se fue de este lugar, hoy tiene un ciber café. Como un fiel testigo de lo que fue el paso de los años por el pueblo, hace una síntesis de cómo evitaron el desarraigo que le tocó a otros poblados. “Hasta los ’70 se terminaba el primario y se desmembraba la familia, en esa época, gente que estaba más o menos bien hacían su casa en Tandil y mandaban a su señora con los hijos ahí. El clic se produce en los ’80 cuando se hace la concentración de escuelas”, explica. Este sistema permitió que Gardey contara con jardín, escuela primaria y secundaria y talleres con orientación. Setenta combis salen todas las mañanas a buscar a los chicos en un radio de 50 km. “Soy muy fanático de mi pueblo, lo quiero mucho. Estuve de delegado 19 años, luego vinieron tiempos que tuve que pelearla mucho, pero siempre me quedé, es más, tengo una propiedad que heredé en Tandil, hace años, y una sola noche me quedé a dormir”, asegura Roberto.
Con alma ferroviaria. Nada mejor que la estación para el encuentro con Mary Harrison. Toda su vida -hoy tiene 61 años- aconteció en ese ámbito, “hasta acá me hice de novia”, señala. Llegó a Gardey a los 9 meses, en el año ’53. “Me crié en la colonia ferroviaria, entre los catangos, que son la gente que trabajaba en las vías, los obreros de vía y obra. Mi papá era inspector supervisor de esa tarea. Yo era muy chiquitita y mi madre tenía que andar corriendo porque me escapaba, mi papá tenía el galponcito donde guardaba su zorra, ‘velocípedos’ que se llamaban, entonces yo trataba de irme con él, y una vez casi me agarra el tren. Mi vida fue así, me crié así”, cuenta Mary, quien orgullosa informa: “Los Harrison son todos ferroviarios, hace muy poco falleció el último de ellos, que era guinchero en Remedios de Escalada”.
Caminar por las vías es un viaje a un sinfín de recuerdos, de cuando iba a la escuela a los seis años, y su madre le decía: “andá por la vía del medio”, o cuando con sus amigas ponían una moneda de un peso sobre las vías para que al paso del tren quedara “toda chatita”. Una y otra anécdota, “Mi vida transcurrió allí”, remata nostalgiosa y pregunta: “¿ya hablaste con Cavalli, él es el único sobreviviente ferroviario”.
Cacho Cavalli está atendiendo su “Polirrubro” homónimo, pero sale amable a charlar. “¿Soy el único que está vivo?”, pregunta, sorprendido, el hombre que declara tener 79 años. Trabajó 30 en el ferrocarril, “en una garita en la costa del arroyo, por ahí pasaban los trenes de pasajeros, unos 10, con carga, autovía, zorra, en total eran como 20 a 25 movimientos que pasaban por día”, recuerda. Cuando se le pregunta qué es Gardey para él, una sola palabra lo define: “Todo”. “Acá no tenemos cementerio porque Vela (el pueblo vecino) no nos presta un muerto para inaugurar uno. Yo le dije a mi familia que me cremen y me tiren en el pueblo, yo de acá no me quiero ir más; es toda mi vida”, asegura Cacho.
Mary ve positivo el nuevo tren turístico que lanzará el 19 de julio Ferrobaires en complementación con el Ministerio de Asuntos Agrarios y la Secretaría de Turismo de la provincia de Buenos Aires. “Como alma ferroviaria, es un orgullo, y ojalá que se siga extendiendo y que puedan conocer pueblitos de la provincia, que con las vías muertas quedaron en el olvido”, augura. Cacho Cavalli expresa un deseo: “Me gustaría que el tren se vuelva a reimplantar hasta Juárez”.
Edgardo Zubigaray es el delegado municipal en Gardey, criado en la zona, se reconoce un defensor del tren, “dio vida a muchos pueblos, y los mató cuando dejó de pasar, a Gardey no, pero se sintió la falta de ese transporte”. Ve muy positivo este proyecto, “no a corto plazo. La gente tiene que tomar conciencia, tiene que despertar que el turismo viene, ya sea en tren o en sus propios medios”, sostiene. La gente espera al tren, espera ver qué futuro tendrá Gardey y sobre todo esperan que los nuevos vientos traigan cosas favorables.
Agradecimiento:
Secretaría de Turismo de la Provincia de Buenos Aires
Ministerio de Asuntos Agrarios de la Provincia de Buenos Aires
Ente Mixto de Turismo de Tandil.
El Ota, club de campo
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Av. 13 esquina 12
Gardey.
Fuente: 7días
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