El tranvía y la decadencia argentina

El inventor del metrobús fue Jaime Lerner cuando era prefecto de Curitiba, la capital del vecino estado de Paraná. A Lerner se le ocurrió la idea de poner los colectivos en carriles separados y exclusivos y unificar sus servicios. Es decir que los colectivos no vayan por calles como un vehículo más, sino que transiten por un carril propio en las avenidas y cumplan con un sistema ordenado y sincronizado de transporte. En poco tiempo el esquema de Lerner se repitió con distintas variantes y diferentes nombres en muchas ciudades de América Latina y del mundo y hoy hasta Posadas tiene su propia versión de metrobús.

Con su invento, Lerner cambió Curitiba y se convirtió en el Gurú de la Movilidad Sustentable: todo un título, que ahora aprovecha para hablar del tráfico, del urbanismo, de las bicicletas como medio de transporte urbano y de los autos superchicos y de baja velocidad, que parece que son su próximo proyecto.

Dicen que el invento de Lerner ya está en 166 ciudades del mundo. En algunas han unificado las líneas y renovado los colectivos con coches articulados como se ven en Posadas. En otras, como Buenos Aires, sólo se trata de un carril exclusivo para las líneas que ya existían, que han cambiado sus trayectos para adaptarse al nuevo sistema. No sabemos si entre las 166 ciudades cuentan a Posadas pero sí sabemos que incluyen a Buenos Aires, que hoy no deja de hacer obras para llegar a todos los rincones con la idea de Lerner. Lo que nadie dice es que Buenos Aires tuvo metrobús desde 1913. Se llamaba tranvía y también corre ahora -moderno, ecológico, barato, rápido y eficaz- en gran parte de las ciudades que no están incluidas en las dichosas 166 del metrobús. Un día terrible de 1961 un intendente de Buenos Aires que no merece ni que lo recordemos lo levantó para siempre.

El tranvía era un transporte urbano genial. Como decía, era barato, limpio, rápido, ecológico, cómodo... Su carril eran un par de vías de acero instaladas a ras de los adoquines. Lógicamente no podía escapar de su trayecto establecido por las vías y su motor eléctrico era alimentado por cables suspendidos de los que tomaba la energía a través de un patín retráctil llamado trolley. Así que no consumía carburante y por tanto su contaminación era casi nula. En muchas arterias de Buenos Aires (recuerdo el tranvía de Las Heras) las paradas estaban en el centro de la avenida, como ahora las de metrobús de la 9 de Julio o de Juan B. Justo.

El vehículo era un armatoste divertido, como un vagón de tren con sonajero de campanas y crujir de metal y madera. Mientras no viniera ningún tranvía, los autos podían transitar por encima de las vías porque en esa época el tránsito no era un problema en nuestras ciudades. Lo levantaron porque estaba viejo, que en buen romance significa que no lo mantenían ni lo renovaban como deberían haberlo hecho y quién sabe con qué fines y bajo qué presiones, algo bastante común en la Argentina.

Así que el señor Jaime Lerner, el Gurú de la Movilidad Sustentable y del Transporte Urbano del Futuro, inventó… el tranvía. Y esta historia es un poco triste, porque el tranvía -como los trenes- es una señal de nuestra decadencia si lo mira así: hace 100 años el transporte público era mejor que hoy y cuando decidimos mejorarlo no conseguimos superar lo que existía entonces.


Fuente: Territorio Digital