“Tengo ganas de escribir un libro de vivencias de gente ferroviaria”

Rubén A. Scolari se volvió un apasionado del ferrocarril. Creó un grupo en Facebook que reúne a unas 1.200 personas. Recorrió estaciones y entrevistó maquinistas. Hoy iniciará una travesía en zorra por la provincia.

Rubén Ariel Scolari quiere escribir un libro. De historias de trenes, silbatos y barreras que bajan. De maquinistas que asoman y saludan. Un libro de andenes desiertos y parajes abandonados donde la arena sepultó rieles. De personajes que usan gorra y mameluco. Y también de sus vivencias en un pasado bullicioso en la plataforma de la Estación Sud.

Este histórico ex basquetbolista cambió la pasión del deporte por las historias de ferrocarril. Creó Fanáticos del ferrocarril (grupo en Facebook con 1.200 contactos, aproximadamente) y desde hoy escribirá otro capítulo en sus crónicas ferroviarias. A partir de las 8.30, desde la estación Grünbein, acompañará a otras nueve personas que van a recorrer 727 kilómetros de vías en dos zorras por el interior de la Provincia. La travesía tiene, justamente, el valor de la aventura y el peso de un fin solidario y de concientización.

“Iremos con Iván Juárez, César Guillén y Jorge Pitu Martin, entre otros. Ellos son empleados de Ferro Sur, unos locos soñadores que recorren las vías con dos zorritas y visitan colegios con el objetivo de concientizar a la gente de la importancia de la vuelta del tren”, contó Scooby.

“Será la primera vez que iré. La idea es llegar a Tandil y desde ahí visitar un montón de pueblos que quedaron pendientes en las travesías anteriores”, agregó. En el trayecto van a donar material escolar en los colegios que visitarán en cada parada. También dejarán un mensaje a los alumnos y docentes, el de reivindicar el ferrocarril como medio de transporte y promover su rescate.

--¿Qué es, de dónde surge esta pasión por los trenes?

--La pasión que tuve por el básquetbol la vuelco hoy en los trenes. Siempre me gustó porque cuando era chico mi abuelo paterno, Américo, nos llevaba religiosamente martes y viernes junto con mi hermano a la estación Meridiano Quinto, en La Plata. Había galpón de locomotoras. Teníamos nuestra propia ropa de fajina y las zapatillas Flecha azules que se usaban antes. Volvíamos a casa llenos de gasoil...

Ahora con esta pasión que me agarró de grande, de investigar, de conocer y de ver, se van encadenando muchas cosas. Pero todo comenzó de manera casual. Un día fui a lo de un hombre de apellido Nápoli a buscar una herradura para hacer unas artesanías. Me contó que la había encontrado cerca de Corti. `¿Dónde queda?', le pregunté. Eso fue un viernes. El sábado agarré el auto y me fui a Corti. Me llevé la cámara y saqué fotos. Y así empecé a googlear estaciones de trenes de la Provincia. Y comencé a efectuar un relevamiento, primero de las cercanas a Bahía y luego fui alejándome cada vez más.

--Vas a escribir un libro.

--Soy totalmente novato en esto, nunca escribí. Pero sí, tengo un proyecto de libro. No un libro con la historia del ferrocarril. Se escribieron muchos. Tengo ganas de escribir un libro de relatos, de vivencias de gente ferroviaria. La idea es acercar lo que es el ferrocarril con la gente. Desgraciadamente, desde hace muchos gobiernos a la fecha, se fue creando una imagen de que el ferrocarril no servía, que era deficitario, que la gente que trabajaba ahí formaba parte de un aparato que nos costaba plata a todos.

Mi idea es rescatar, justamente, las vivencias de ese tipo de gente. Muchos murieron, otros son jubilados y los más jóvenes aun son empleados, como jefes de estación, cambistas, señaleros, maquinistas, mecánicos... Hay mucha historia. La gente grande te transmite la pasión que había. El ferroviario se transmitía de generación en generación. Vos hablás con un maquinista y te dice, orgulloso, que es tercera generación de maquinista. Y al hablar siempre encuentro nostalgia en sus relatos.

Porque les arrebataron el presente. Gente que fue ferroviaria toda la vida y que tuvo la ilusión de ser jubilado del ferrocarril. De buenas a primeras les dijeron “no va más” y los agarró con 50 o 55 años. Con el retiro voluntario, Bahía Blanca se llenó de taxis, verdulerías y polirrubros, porque había que seguir hasta conseguir jubilarse de una manera que nunca había sido la de ellos. Esa gente siguió `viviendo', correcto, pero fuera del ámbito que fue su vida, el ferrocarril.

"Cada uno tiene una historia de vida, lo que hay que rescatar. Al menos en esta vida tenemos una para gastar. Y ellos la invirtieron en trabajar en el ferrocarril. Lo llevaron en el alma y en la sangre y hoy les duele ver el estado en que se encuentra todo”.

Fuente: Por Ricardo Sbrana para La Nueva