Próxima estación, esperanza

La llegada del tren Alma es vivida en cada pueblo del Norte Argentino como una verdadera fiesta. Es que, desde hace 34 años, el ferrocaril pediátrico lleva además de sus médicos, odontólogos y auxiliares, un cargamento de vacunas, remedios, y elementos de higiene a lugares donde no hay hospital, farmacia, sanitarios, ni agua potable.


Todo empezó a mediados de los 70’, con el sueño del cirujano y pediatra Martín Urtasun, quien, preocupado por el estado en que llegaban los niños del Interior a los hospitales de Buenos Aires, creó la Fundación Alma. Su objetivo era llevar atención primaria a los chicos de los pueblos y comunidades más alejadas. Y, por ese entonces, la mejor forma de hacerlo era con un tren.

Luego de varios años de entusiasmar a colegas y tocar muchas puertas, en 1980, la empresa Ferrocarriles Argentinos cedió tres vagones obsoletos que estaban en sus talleres de Tafí Viejo, Tucumán. A fines de ese año, los vagones reacondicionados y convertidos en consultorios, se engancharon a la línea del ex ferrocarril Belgrano para su primer destino. Desde entonces, llevan realizadas 194 misiones, en las que más de 85.000 chicos de provincias como Catamarca, Jujuy, Salta, Santiago del Estero, Chaco, Tucumán y norte de Córdoba o Santa Fe recibieron atención médica y odontológica gratuita.

"Si bien el foco está puesto en la niñez y adolescencia, también se atienden mamás, abuelos y todo adulto que lo requiera", dice Oscar Algranti, actual presidente de la Fundación, en diálogo con Socialmente Responsables. "Los viajes tienen una duración de tres semanas y se visitan dos pueblos", detalla. Los profesionales que participan son tres médicos ,tres odontólogos, un enfermero, un laboratorista, un técnico en rayos y un asistente social. Lo hacen de forma voluntaria, sin percibir remuneración alguna, y son acompañados por dos maquinistas, una cocinera, y una auxiliar de limpieza.


Bienvenidos al tren

“Cada viaje es una aventura y una confrontación con realidades que duelen y a veces dan vergüenza", describe Guillermo Quevedo, pediatra de Bahía Blanca, quien se sumó a la misión de noviembre de 2013 con destino a Pampa Blanca y Puesto Viejo, dos localidades jujeñas casi en la frontera con Formosa.

"Me subí al tren con la idea de brindar algo de mi tiempo, voluntad y conocimiento. Y la verdad es que me volví con mucho más", confiesa, emocionado. "La gente recibe al tren con alegría, le genera mucha magia. Esperan con paciencia y escuchan con un respeto absoluto las recomendaciones que les damos", cuenta.

Son viajes de los que se vuelve muy cansado, pero con el corazón salido del pecho. Las jornadas suelen ser largas: se atiende de 8 a 20 hs, a razón de 100 chicos por día. Y a la nochecita, mate y guitarra en mano, bajo los árboles o en salones improvisados en la misma estación donde para el tren, médicos y odontólogos charlan con los chicos y sus mamás, hablan de prevención y despejan dudas sobre sexualidad o el cuidado de un bebé con problemas respiratorios.

"Hay dos tareas fundamentales para los voluntarios. Una es la urgente: hacer los controles, brindar los remedios y las vacunas. Pero la otra es la importante: informar y educar a las familias", dice Algranti. "Que haya una mejora en la salud de la comunidad no depende de la atención que brindamos esa semana, sino del cambio de hábitos”.

En este punto, la función de los odontólogos es primordial. "Casi todos tienen problemas dentales por malnutrición y falta de limpieza. Por eso, una de nuestras actividades es llegar a la escuela del lugar con un cepillo y una pasta para cada chico", dice el titular de la Fundación. "La realidad es que el 60% de los chicos tienen en la escuela su única comida del día. Tenemos que aprovechar para que la maestra les haga lavar los dientes, así después llevan el hábito a su casa", explican los voluntarios.

Antes de que termine 2014, el tren Alma espera llegar a Salta y Jujuy, para seguir llevando salud y esperanza a los chicos que más lo necesitan.


Fuente: Cronista