El fastidio y un llamado de la Rosada acortaron el paro

Medida de fuerza en el subte.

Los metrodelegados lo levantaron a las 17. Ya había afectado a cuatro de las seis líneas y el malhumor de la gente iba en aumento apuntando a los gremialistas y al Gobierno nacional.


Espera. Pasajeros en Chacarita a la espera de que la línea B arrancara el servicio. Fue el primero en parar, de 5 a 8. Durante el día también pararon las líneas A, C y D.

Casi al filo de la Nochebuena, un día malo para los pasajeros del subte: los paros rotativos de los metrodelegados alteraron el servicio y el ánimo del millón de usuarios, que ante la modalidad de la medida de fuerza no les quedó otra que armarse de paciencia y esperar que las tres horas sin servicio se cumplieran de acuerdo al cronograma establecido.

Y lo peor es que los paros no fueron dispuestos por ningún reclamo salarial o laboral: la Asociación Gremial de Trabajadores del Subte y el Premetro (AGTSyP) protesta por la suspensión de la audiencia convocada por el Ministerio de Trabajo para el lunes pasado, en la cual se iba a decidir si ese sindicato o la Unión Tranviarios Automotor (UTA) se quedaría con la personería gremial para representar a los trabajadores de los subterráneos.

A última hora de la tarde, cuando el malhumor de los pasajeros era notorio y en las redes sociales se responsabilizaba a los gremios y a Trabajo por la situación (ver En las redes...) un pedido del Gobierno nacional a los metrodelegados permitió el levantamiento de los paros rotativos, aunque no está claro cómo se solucionará el conflicto de fondo.

La estación Constitución fue al mediodía un buen termómetro de los trastornos que sufrieron los usuarios. Sin subte C de 11 a 14, el hall se llenó de pasajeros que no tenían dónde encontrar información. Llegaban, veían una valla que impedía bajar a los andenes, y se sorprendían. Desconcertados, demostraron su bronca por no tener cómo viajar. O por trámites, como le pasó a Matías Iraola, que tenía que ir a cobrar su aguinaldo a Retiro, o como a Norma Alvarez, que debía ir a cuidar, como todos los martes, a un bebé de 5 años. Ella viajaba de Glew. El venía de La Plata. Como ellos, unas 500 personas desfilaron por las escaleras mecánicas preguntando qué hacer, qué tomar, cómo viajar.

Al borde las vías, el delegado Néstor Segovia habló de “un acuerdo a espaldas de los trabajadores”, advirtió a los gritos que la UTA intentó bajar empleados para sacar a rodar las formaciones en “complot” con Metrovías y exigió el derecho que están buscando legalizar “desde hace diez años”: ser reconocidos como representantes de los trabajadores del subte.

El problema es que las tratativas son difíciles. En la audiencia postergada, debido a un recurso presentado por la UTA ante el Ministerio, cada gremio iba a llevar sus registros de aportes de los afiliados y la empresa Metrovías iba a aportar las planillas del personal para determinar, sobre la base del número total, quién tiene 10% más de cotizantes entre los 3.000 trabajadores.

La suspensión de la compulsa habría sido por el temor oficial de que un resultado favorable a los metrodelegados contrariara a la UTA y derivara en paros de ómnibus justo en vísperas de las fiestas.

La personería gremial, hoy en manos de la UTA dentro de los subtes, brinda a la organización sindical derechos exclusivos como firmar acuerdos salariales que alcanzan a afiliados y no afiliados, y la habilitación para crear y dirigir su propia obra social, entre otros.

Los metrodelegados no pueden resignar esa bandera: el gremio tendrá elecciones en marzo y allí la conducción de Beto Pianelli y Néstor Segovia (ambos son dirigentes ultrakirchneristas) aspira a ser reelegida por otros cuatro años, pero se enfrentará con la dura oposición de una lista unificada de la izquierda, que está creciendo.

La UTA tiene hoy la personería gremial en el subte y los metrodelegados, una simple inscripción. Un posible cambio cambiará radicalmente el poder sindical en esa actividad y afectará, sobre todo, al jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, con quien el gremio de Pianelli mantiene una batalla ideológica sin cuartel.

En este caso, más allá de que los metrodelegados parecen tener más representación que la UTA en el subte, la posible decisión beneficiará a un gremio kirchnerista y perjudicará al otro, liderado por Roberto Fernández y que se ubica en las filas del sindicalismo opositor.

En definitiva una pelea gremial llena de condimentos políticos que hace años se instaló en el subte y, sin definición a la vista, sigue perjudicando a los usuarios. Como ayer, casi al filo de Nochebuena.



Fuente: Clarin